El reto
Este reto responde a las necesidades que se describen a continuación:
- ¿Cómo podemos realizar predicciones que planifiquen y cuantifiquen los riesgos relacionados con el clima?
- ¿Cómo podemos reducir al máximo los daños causados en los activos de red por la caída de árboles o ramas en las inmediaciones de las líneas de distribución eléctrica?
- ¿Cómo podría IBERDROLA optimizar la toma de decisiones al realizar las inversiones en la red de distribución, ya sea, mediante consideraciones relacionadas con la franja de servidumbre u otras alternativas?
Contexto
El sistema eléctrico es la columna vertebral de la sociedad moderna. Básicamente, es el sector del que dependen casi todos los demás sectores para su funcionamiento rutinario. Esto es especialmente cierto en Europa, que posiblemente tenga la red eléctrica más compleja del mundo, compuesta por miles de unidades de generación, cientos de miles de subestaciones y más de 5 millones de kilómetros de líneas, y operando en todo el continente. Además, la red eléctrica tiene la tarea de mantener las operaciones casi el 100 % del tiempo, incluso en condiciones climáticas extremas, escasez de combustible, ataques directos y errores humanos.
Igualmente, la necesaria descarbonización de nuestra sociedad implica, por un lado, la “electrificación” de muchos sectores que consumen energía, así como la integración de las tecnologías de generación distribuida renovables que requieren, cada vez más, un funcionamiento de la red eléctrica estable, robusto y, a la vez, flexible.
Para que el sistema eléctrico funcione de manera eficiente y fiable, debe mantener un funcionamiento continuo en sus cuatro elementos clave: generación; transmisión, distribución y demanda. Sin embargo, la red de distribución, por su extensión y nuevas amenazas ambientales debidas al cambio climático requiere cada vez más inversiones que mejoren su resiliencia de forma que esté preparada para afrontar estas amenazas.
Los datos históricos muestran que parte de los fallos en las redes distribución en entornos forestales se deben a caídas de árboles y ramas sobre los conductores, tanto dentro como fuera de la zona de servidumbre de las líneas.
Estas caídas no tienen una sola causa, si no que en general, se deben a una suma de ellas (viento, plagas, erosión del suelo, etc.), sin embargo, todas ellas parece que incrementan con el aumento de los fenómenos climáticos extraordinarios asociados al cambio climático (fuertes tormentas, olas de calor extremas, etc.).
En lo que respecta a la vegetación del área de servidumbre de las líneas eléctricas, el proceso de tala y poda actual está muy digitalizado e industrializado, durante la gestión de la vegetación se realizan visitas previas a las zonas de trabajo recorriendo las líneas eléctricas (realizando incluso vuelos con helicópteros). En los recorridos se identifican dentro del área de servidumbre los árboles enfermos o que por su inclinación tienen riesgo de caída sobre los conductores y se talan eliminando el riesgo. Sin embargo, las compañías de distribución eléctrica no pueden actuar fuera de estas áreas y esta gestión no tiene en cuenta los mencionados fenómenos meteorológicos adversos extraordinarios asociados al cambio climático, que cada vez son más recurrentes y de mayor intensidad, siendo más difícil identificar los árboles con riesgo de caída.
Por lo tanto, para determinar los riesgos y amenazas de interrupciones en la red de distribución causadas por eventos asociados a fenómenos climáticos extremos o condiciones ambientales y poder evaluar inversiones que disminuyeran estos riesgos, hemos de tener en cuenta los siguientes factores ambientales primarios: viento, densidad de vegetación, estructura del suelo (por ejemplo, plasticidad como resultado de la humedad, pendiente, composición del suelo/horizontes, raíz y anegamiento del suelo en profundidad), carga de los árboles (por hielo/nieve, etc.) y su evolución a largo plazo debido al cambio climático.